Las lecturas de nuestro servicio dominical comienzan citando a una de los pasajes más místicos de la Biblia, los primeros versos del Evangelio de San Juan: “En el principio estaba la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Lo mismo fue en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por él; nada de lo que fue hecho se hizo sin él. En él había vida; y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilló en la oscuridad; y la oscuridad no la comprendía.”

Esto está perfectamente alineado con los Vedas, los cuales enseñan que Dios manifiesta la creación a través de las vibraciones de AUM. Poéticamente podríamos decir que Dios canta para hacer existir la creación así como nosotros podemos cantar una canción para expresar nuestros pensamientos y sentimientos.

En este pasaje San Juan habla tanto de la luz como del sonido, que son básicamente lo mismo: vibraciones en un patrón ondulatorio. Sin embargo, son tan diferentes en escala que necesitamos dos sentidos diferentes—el oído y la vista—para percibirlos.

Un arcoíris se crea cuando la luz blanca se curva (refracta) al entrar en una gotita de agua, se divide en diferentes colores, y se refleja nuevamente.

Aquí hay una observación fascinante: La nota LA sobre el DO central (que generalmente se usa para afinar una orquesta) vibra a 440 ciclos por segundo, creando una onda de cerca de setenta y cinco centímetros de largo. Si haces esa onda un billón de billón de veces más corta, la percibimos como el color rojo. El sonido y la luz son simplemente vibraciones de diferentes frecuencias.

Nuestros sentidos reciben una variedad sin fin de sonido y de color y lo transmiten a nuestro cerebro a través de los nervios. Imagina caminar por la calle concurrida de una ciudad, siendo bombardeado por innumerables vistas y sonidos. Para poder lidiar con este tumulto sensorial, nuestro cerebro tiene que ser altamente selectivo. No vemos a la realidad en sí, sino más bien una especie de mensaje muy editado y emocionalmente sesgado acerca de lo que está ocurriendo. Y sin embargo, este estímulo sensorial tiene un efecto cautivante y adictivo. Nos volvemos tan hipnotizados por el espectáculo y nuestras reacciones a su gran variedad que nos toma incontables vidas siquiera querer despertar.

Otro problema son las falsas enseñanzas que nos da la sociedad. Si lo padres entrenasen a sus hijo para creer que “verde” es el nombre de la frecuencia que todos los demás llaman rojo, el niño no estaría en sintonía con el resto de la sociedad. Esto sería inapropiado pero no necesariamente crítico. Pero si esos mismos padres le enseñan a su hijo que la felicidad viene de la acumulación de más y más dinero, ese niño terminará fuera de armonía con las leyes del universo.

Una vez que estamos listos para ver la verdad debajo de la superficie de la creación, debemos rastrear el juego de luz y sonido hasta su fuente en Dios. El sonido de AUM y la luz interior forman una clase de puente entre el universo físico y la consciencia de Dios que lo crea. Aunque estas vibraciones interiores son demasiado sutiles como para ser percibidas por los sentidos, pueden ser percibidas por medio de la intuición. Las técnicas de nuestro sendero nos ayudan a despertar el poder de la intuición del alma al retener el prana de su dirección normal hacia el exterior, calmando así los sentidos y la mente inquieta. Al regresar a la fuente de AUM o la luz del ojo espiritual, finalmente nos reunimos con la consciencia que manifiesta la interminable variedad en la creación.

Este año el primer domingo también resultó ser 5 de Enero, el cumpleaños de Yogananda. Al ser un Maestro, Yogananda vivía en la vibración de AUM y las luces interiores incluso siendo un niño pequeño. Él encarnó para guiarnos de regreso a Dios, y, para aquellos que le abren su corazón, él es la palabra de Dios manifestada.

Pero un gran maestro hace más que enseñar. Él es un poderoso canal del amor y gozo de Dios, abrazándonos tal como lo hace un padre con un hijo querido. Él no solo apoya y guía nuestros esfuerzos espirituales, sino que también toma algo de nuestro karma. No hay regalo más grande en todo el mundo.

AUM, Amén,

Nayaswami Jyotish

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