George Washington Carver (1864-1943), el gran botánico estadounidense, dijo: “Si lo amas mucho, todo lo que te rodea hablará contigo.” Más que un sentimiento agradable, esta es una verdad fundamental del universo. Pero para comunicarnos con la naturaleza, tenemos que aprender idiomas nuevos y sutiles.
Podemos también comunicarnos con los animales. Cualquier persona con una mascota puede contar cómo se forman lazos permanentes, llenos de amor mutuo y alegría. Con los animales aprendemos a confiar más en la comunicación no verbal: el tacto, el tono de voz, el lenguaje corporal, o imágenes mentales. Hay personas que, debido a que hablan este idioma mejor que algunos de nosotros, se convierten en entrenadores de perros, susurradores de caballos, y tambien se comunican con los animales mentalmente.
En su extraordinario libro, The Elephant Whisperer (El Susurrador de Elefantes), Anthony Lawrence (1950-2012) comenta cómo aprendió a comunicarse con elefantes salvajes y solitarios. Su trabajo era ser cariñoso y amoroso con ellos. Fue así, comenta, como los elefantes le enseñaron a comunicarse con ellos. Cuando murió, los elefantes espontáneamente visitaron su tumba para decirle adiós, algunos de ellos caminaron cientos de kilómetros con el fin de presentar sus respetos.
¿Y las plantas? Un libro de gran avance en este tema, “La Vida Secreta de las Plantas”, demuestra que comunicaciones sorprendentes y enriqucedoras existen constantemente en el reino vegetal. Aquí, el lenguaje se vuelve aún más sutil. Los humanos debemos hablar a través de la bondad y escuchar con el corazón. Yogananda reconoció a Luther Burbank como “un santo Americano” debido a su capacidad de sentir el vínculo común entre el hombre y las plantas.
Un sadhu indio me contó una historia extraordinaria. Dos semanas antes de conocoerlo se había lastimado gravemente la pierna mientras estaba en la selva. Su compañero, entrenado en la curación con hierbas, levantó las manos y comenzó a dar vueltas lentamente, explicando que estaba pidiendo ayuda a las plantas, ya que no estaba familiarizado con las plantas de esa zona. Después de algún tiempo, un árbol “ofreció” sus poderes curativos y él hizo un emplaste con las hojas. Dos semanas más tarde tenía la cicatriz más debil que una herida grave puede dejar.
La comunicación no termina con los animales y vegetales. Yogananda escribió sobre J.C. Bose (1858 – 1937), reconocido físico, biólogo y botánico de su tiempo, que demostró que había un hilo de consciencia que unía todo, incluso llegaba al mundo mineral. Muchas personas se comunican con gemas y cristales, y el científico japonés, Masaru Emoto (1943-2014) ha demostrado que la música y los pensamientos pueden influir en el diseño de los cristales de agua.
Y eso no es todo. ¡Un principio de la física cuántica moderna explica que el universo al nivel de sus componentes más fundamentales responde a la consciencia! Nuestros pensamientos llegan al mundo de los cuantos subatómicos e influyen en el campo de la energía universal que algunos llaman “energía de punto cero.”
Cuando consideramos toda esta información objetivamente nos lleva a la inevitable conclusión de que no sólo estamos conectados con todo en el mundo, sino que también podemos comunicarnos si aprendemos el idioma correcto. Si volvemos a la declaración de Carver, vemos que el idioma universal es el amor. ¿Por qué? Debido a que es Dios, que reside en el corazón de todas las cosas, quien constantemente nos susurra a través de ellas, y el amor es Su lengua materna.
En Ese Amor,
Nayaswami Jyotish