El pequeño recién nacido había estado llorando tanto tiempo que María temió que estuviese enfermo. Sin embargo, cuando puso su mano sobre su frente, no sintió fiebre. Un pensamiento reconfortante apareció en su mente: “Solo está frustrado: Tiene tanto que decir y compartir, pero su pequeña lengua todavía no obedece sus órdenes.” Por eso, a pesar de su continuo llanto, ella lo recostó nuevamente en su cuna. Unos minutos más tarde sus lamentos cambiaron repentinamente a balbuceos y gorjeos.

Unos momentos después alguien llamó a la puerta. Esperando otro pastor, José suspiró y se levantó para ver quién había venido. Se sorprendió al ver a tres extraños de piel oscura, con sus túnicas polvorientas por los largos viajes.

“Hemos venido de lejos para honrar al niño,” dijo uno de ellos. A pesar de su atuendo cubierto de polvo, de alguna manera no parecían de este mundo, casi como si estuviesen por encima de él. María gritó, “El niño está levantando sus bracitos hacia ellos expectante. Déjalos venir a él.”

El niño sonrió y balbuceó mientras se lo pasaban de uno a otro, tratándolo con tanta ternura como si fuesen sus padres. Después de un tiempo, los padres y los visitantes se sentaron todos juntos hablando y riendo tranquilos. Parecía como si se hubiesen conocido desde siempre.

Había una atmósfera de dicha aunque pronto la charla se volvió seria. Uno de los tres, el más joven y de alguna manera el más viejo, comenzó a hablar acerca del futuro como si lo viese más claramente que a las paredes del destartalado establo.

“Tengan cuidado del Rey Herodes, porque está aterrado por su hijo y tratará de matarlo. Tendrán que huir en unas semanas. Les enviaré una advertencia en un sueño.”

Otro le dijo a María, “Debes convertirte en sanadora y aprender a ayudar a aquellos que están angustiados. Aquí tienes unas hierbas preciosas que te ayudarán en tu trabajo. En el futuro sufrirás profundamente. No te desesperes, ya que a través de esto obtendrás la compasión necesaria para se una fuente de consuelo y fortaleza para las innumerables personas que acudirán a ti en su hora de necesidad.”

El tercero sacó un pequeño bolso de su túnica, las monedas tintinearon cuando las puso sobre la mesa. “Esto les resultará útil en los meses y años venideros,” comentó con un brillo en sus ojos.

Su líder le dijo al padre, “Tu hijo será un gran maestro y un sanador de los corazones de los hombres. Cuando crezca y esté dejando la niñez, insistirá en ir a India a visitarnos y aprender. Tu tendencia natural será retenerlo, y pensar que es demasiado joven para tal viaje, pero debes darle tus bendiciones cuando llegue ese momento.”

De repente, una perla grande y brillante apareció en su mano. “El día de su partida, entrégale esto y repite estas palabras: ‘Este es un símbolo de “la perla de gran valor.” Debes devolvérselo a los tres que te visitaron cuando naciste.’ Él entenderá el mensaje.”

De vez en cuando, el niño se despertaba y sonreía contento mientras lo abrazaban y sentaban en sus regazos. Sus ojitos brillantes seguían la conversación como si entendiese todo lo que se decía, y más.

Al caer la tarde, los visitantes se despidieron de la familia, bendiciéndolos de a uno. Los padres lloraron cuando se fueron: el tiempo que habían pasado juntos había sido tan corto, y ahora se sentía como si se estuviesen marchando sus amigos más queridos. Mientras los tres hombres caminaban lentamente por el camino, aunque no tenían linterna, José y María vieron una luz dorada rodeándolos e iluminando el camino delante de ellos. Cuando cerraron la desvencijada puerta, vieron la misma aura envolviendo a su pequeño bebé.

José le pregunto a María, “¿Entendiste lo qué quisieron decir cuando dijeron que nuestro hijo viviría pasa siempre y bendeciría a todas las naciones?”

Ella asintió con una sabiduría maternal, porque el corazón a menudo comprende lo que la mente no puede captar. “Sí. Una visión apareció en mi mente de un grupo de personas dentro de unos dos mil años sentadas juntas, hablando y riendo tal como lo hicimos esta tarde. Aunque parezca extraño, estaban celebrando el cumpleaños de nuestro hijo.”

Feliz Navidad.

Nayaswami Jyotish

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