Fue en el otoño de 1966 cuando encontré Autobiografía de Un Yogui, aunque en verdad creo que el libro me encontró a mi. Fue durante un gran momento de transición en mi vida. Me había graduado de la universidad y trasladado a San Francisco unos meses antes, y estaba comenzando a vivir como un adulto independiente. Yo estaba buscando una dirección, habiendo sentido que mi especialidad en la universidad, la psicología, simplemente no podía responder a las preguntas que siempre me había hecho. Estaba interesado en la conciencia, en el ámbito de la conciencia humana, y en la felicidad. Seguir estudiando más no iba a darme lo que yo estaba buscando. Y aún así ¿en dónde podía buscar? Había abandonado la religión hacía mucho tiempo, al menos el “Iglesianismo” formalizado que me dieron en mi juventud.

Paramhansa Yogananda (derecha) dedicó su Autobiografía a Luther Burbank (izquierda).

Paramhansa Yogananda (derecha) dedicó su Autobiografía a Luther Burbank (izquierda).

En el año 1966 San Francisco era un lugar increíble. Aunque que yo no estaba en la onda hippie, había una sensación palpable de que nuevos paradigmas eran posibles. La rutina de la escuela, el trabajo, el matrimonio, la familia, la carrera y la muerte parecían ser cada vez más desagradables, no sólo para mí, sino para miles de otros también. Y, sin embargo, el rechazo de las viejas formas no produjo automáticamente nuevas respuestas. La cuestión de cómo encontrar un sentido a la vida se estaba volviendo urgente. Entonces, la Autobiografía de un Yogui me encontró.

Tenía 23 años cuando mi cuñado me dio una copia. Cuando comencé a leer, un nuevo mundo se abrió ante mí. Aquí había alguien hablando sobre el vasto potencial de la conciencia, no desde la teoría, sino desde la experiencia. Tenía una espiritualidad que estaba viva, era dinámica, práctica, y formaba parte de la vida cotidiana en lugar de las oraciones repetidas el domingo por la mañana como si fueran fórmulas que son olvidadas el resto de la semana. Me sentí abrumado de gratitud al poder ver un mundo con sentido y propósito real. Sentí como si mi mundo estrecho, demasiado racional hubiera comenzado a desmoronarse como un suéter deshilachado cuando falla la costura.

Mientras lo leía, había muchas cosas que no podía aceptar plenamente. Muchos de los milagros estaban simplemente más allá de mí, no eran parte de la “realidad” de un pequeño pueblo de Minnesota, donde yo había crecido. Pero acepté completamente la integridad del autor. Supe en mis entrañas que Paramhansa Yogananda estaba hablando la verdad desde la experiencia y la realización. Aquellas cosas que yo no podía aceptar aún, era capaz de ponerlas en una estantería mental, en lugar de rechazarlas de plano.

Me sentí transformado por la lectura del libro, pero no tenía ni idea de qué hacer a continuación. Así que seguí leyendo el mismo tipo de libros: Budismo Zen, El Libro Tibetano de Los Muertos, incluso algunas enseñanzas espirituales de indios americanos. Pero ninguno de ellos resonó como la Autobiografía. Unos meses más tarde conocí a Swami Kriyananda y mi dirección en la vida tomó un nuevo giro total.

A mi cuñado le dieron la dirección de Kriyananda en San Francisco, y estábamos ansiosos de encontrar a este discípulo directo de Yogananda. Era domingo de Pascua, 26 de Abril de 1967, cuando llamamos a la puerta de su modesto apartamento en un segundo piso; él nos saludó, e intercambiamos nombres. Luego dijo: “Estoy trabajando en un proyecto, ¿Quieren ayudar?” Aceptamos de inmediato. El proyecto era escribir las direcciones en los sobres de correo para las próximas clases, pero a menudo bromeo al recordar que dije “sí” a un proyecto que aún continúa 48 años más tarde.

En agradecimiento,
Nayaswami Jyotish