En su magnífico poema “¡Dios! ¡Dios! ¡Dios! (pulse aquí para ver el enlace en inglés),” Paramhansa Yogananda escribe estas líneas:

Cuando las embravecidas tormentas de las dificultades aúllen,

Y cuando las preocupaciones me griten,

Ahogaré sus ruidos, cantando fuerte:

¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!

¿Quién de nosotros no tuvo que lidiar con sus dificultades? Y cuando llegan las tormentas de las dificultades, las tropas de asalto son los vientos aullantes de las preocupaciones. Es la preocupación, incluso más que la dificultad misma, lo que habitualmente hace daño a nuestra paz y felicidad.

El mundo de Ananda recientemente ha estado enfrentando algunos desafíos, como sucede con cualquier organización en crecimiento. Si bien las pruebas no están dirigidas directamente a Devi y a mí personalmente, estamos profundamente involucrados en hacer nuestra parte para lidiar con ellas. Y aunque generalmente soy de una naturaleza calma y ecuánime, las preocupaciones han estado aullando en mi mente. Tal vez sea útil para ti si comparto algunas de mis estrategias para lidiar con ellas.

Primero, como sugiere Yogananda, Dios es la solución para todas las pruebas, por eso estoy haciendo todo lo que puedo para mantener mi mente centrada en Dios. Esto incluye meditar más, intentar sentir la presencia y el apoyo de Dios y el Gurú durante el día, y repetir un canto en el fondo de mis pensamientos. Esto no ha matado a las preocupaciones, pero ha ayudado a disminuirlas.

Si permito que las preocupaciones cobren fuerza, es difícil mantenerme enfocado en la meditación. Para esto, tengo varias herramientas en mi cinturón. La primera es tratar de volverme muy presente en observar mi respiración y usar las técnicas de este sendero. Pranayama es mucho más efectivo que el pensamiento para controlar los sentimientos agitados.

Sin embargo, algunas veces la mente está tan inquieta que incluso es difícil mantenerse enfocado en una técnica. Entonces encuentro útil esta visualización: Imagino estar en un cuarto redondo, que es mi templo interior. En las paredes hay muchas puertas que llevan a varios cuartos exteriores de distracciones: cuartos tales como preocupaciones, proyectos, recuerdos, etc. Primero debo tomar la decisión clara y consciente de estar en mi templo, lo que trae a la mente al aquí y ahora. Luego, cierro cada puerta mentalmente. A la puerta que lleva a mi preocupación particular del momento no solo la cierro, sino que la trabo, queriendo decir que me niego a permitir que mi mente vaya ahí. Una vez que estoy sinceramente determinado a hacerlo, no es muy difícil bloquear esos pensamientos. ¿Cómo reúne uno esa determinación? Es un acto de devoción, de pedir ayuda a Dios incluso desesperadamente, si es lo que se requiere. Eso es lo que quiso decir el Maestro al escribir, “Ahogaré sus ruidos, cantando fuerte: ¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!”

Luego de que la energía perturbadora se calmó, me enfoco profundamente en el ojo espiritual y trato de llevar toda mi energía y consciencia allí. Cuando una puerta de distracción se abre por sí sola, me resulta relativamente fácil cerrarla de nuevo, si lo hago enseguida. Luego de unos pocos intentos, la puerta de la preocupación queda cerrada. El esfuerzo necesario para cerrar de un portazo dos o tres veces da grandes dividendos al traer paz y calma.

Cuando estoy centrado nuevamente, intento enfocarme profundamente en mis técnicas, en la devoción, y en la comunión interior con Dios. Esta es la verdadera solución, porque cuando la consciencia está elevada, las preocupaciones no aparecen. Habiendo ahogado los ruidos de las preocupaciones, como aconsejó Yogananda, ahora ha llegado el momento de cantar interiormente “¡Dios! ¡Dios! ¡Dios!”

En paz,

Nayaswami Jyotish

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