Una vez vi a alguien usando una remera con estas palabras impresas en el frente: “Se paciente conmigo. Dios todavía no me terminó.” Espiritualmente, todos somos “obras en progreso,” siendo moldeados amorosa e incesantemente por una mano divina.

El proceso de creación y evolución—ya sea para un gran cuerpo celeste o un alma individual—tiene en cada caso un patrón similar. Comencemos con el ejemplo del nacimiento de una estrella. Comienza con gases nebulosos abarcando grandes extensiones de espacio cuyos átomos andan sin rumbo a grandes distancias uno de otro. Ocasionalmente, dos de estos átomos pueden ir a la deriva juntos, y su masa combinada hace que para ellos sea más fácil atraer un tercero, y luego un cuarto, y con el tiempo más y más.

Esa bola de materia sigue creciendo hasta que su campo gravitacional por fin puede abarcar millones de kilómetros. En cierto momento ocurre una gran implosión, absorbiendo gases desde vastas distancias. Luego la fuerza gravitacional de esta masa enorme se vuelve tan grande que ocurren cambios en su propia estructura atómica, ¡y nace una estrella!

En El Nuevo SenderoSwami Kriyananda compara este proceso con nuestro propio desarrollo espiritual: “En forma similar, el alma, en su progreso gradual hacia la sabiduría divina, desarrolla el poder ‘gravitacional’ por el cual atrae y mantiene el entendimiento que necesita para la iluminación, hasta que al fin se vuelve una verdadera ‘estrella’ en el firmamento de los seres vivos.”

Lo similar atrae a lo similar. Cada elección que hacemos de meditar, de practicar enseñanzas espirituales en la vida diaria, de sintonizarnos con la consciencia más elevada ayuda a crear un vórtice magnético. Este magnetismo no solo fortalece nuestros hábitos positivos, y atrae el apoyo del universo, sino que también fija nuestra consciencia firme y sólidamente en vibraciones más elevadas.

Swamiji una vez nos dijo que incluso una solo palabra, pensamiento o acción amable eleva nuestra consciencia. (Desafortunadamente lo opuesto también es verdad: Un pensamiento o acción hiriente lleva nuestra consciencia hacia abajo, así que incluso pequeños actos de falta de amabilidad tienen un efecto acumulativo negativo.)

En meditación, cuanto más nos concentramos en la luz del ojo espiritual, esa luz más llena nuestro ser. Cada paso hacia adelante en el camino fortalece nuestra determinación y alimenta aún más nuestro progreso. Llega el momento en que el ojo espiritual mismo—el campo azul vibrante rodeado por un halo dorado con una estrella blanca-plateada radiante en el centro—se vuelve una percepción clara y altamente magnética. Entonces todos los pequeños pensamientos obstinados de anhelos externos, baja autoestima e indiferencia—todas las resistencias del ego—colapsarán, y nacerá la gran estrella de nuestro despertar espiritual interior.

La evolución domina sobre todo en el universo, desde los diminutos átomos en el aire que respiramos hasta la vastedad de la estrella más grande. Nuestro propio viaje evolutivo decretado divinamente se extiende delante de cada uno de nosotros. Tal vez Dios todavía no nos ha terminado, pero hagamos nuestro mejor esfuerzo para alcanzar el gran potencial para el cual hemos nacido.

Con gozo,

Nayaswami Devi

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