Esta es una historia acerca de Mullah Nasreddin, uno de los incontables cuentos del travieso místico Sufi de Turquía del siglo trece.

Nasreddin nunca visitaba la mezquita y ni siquiera parecía orar, lo que perturbaba mucho a la gente de su comunidad. Aunque era amado y admirado por su sabiduría, los ancianos no estaban dispuestos a tolerar su conducta irreverente, por eso un grupo de ellos le exigió que comenzase a mostrar la devoción apropiada. Finalmente estuvo de acuerdo y dijo, “No voy a venir a la mezquita, pero oraré a Alá por lo menos una vez al día en un momento y de una forma que yo elija.”

Esa noche alrededor de la una de la mañana en punto, todos se despertaron por los gritos de Nasreddin desde su balcón. Lo escucharon vociferando, “Alá, dame cien dinares. No voy a detenerme hasta que cumplas mi oración.” Esta exigencia de cien dinares continuó noche tras noche. Nadie durmió.

Los ancianos estaban agotados y se reunieron buscando una solución. Un muchacho astuto dijo, “Arrojemos una bolsa de monedas de oro a su balcón esta noche cuando él ora.” Por supuesto, los otros rechazaron la idea de entregar tanto dinero. Pero el instigador dijo, “Nasreddin siempre es fiel a su palabra. Pondremos solo 99 dinares en la bolsa y, viendo que Alá no cumplió su exigencia, él arrojará el dinero devolviéndolo.”

Esa noche ellos se treparon hasta su casa, y durante su oración, una bolsa aterrizó haciendo un sonido metálico. Él detuvo sus gritos, y pudieron escucharlo contando cuidadosamente las monedas. Confundido al encontrar solo 99, las contó una y otra vez. Los ancianos ansiosos estaban esperando abajo, expectantes de que arroje esta oferta insuficiente devolviéndola. Finalmente lo oyeron exclamar, “Oh, Alá, que inteligente eres. Me cobraste un dinar por la bolsa.”

A la mañana siguiente se reunieron para preguntarle por qué aceptó ese trato, esperando, sin duda, recuperar su dinero. Él solo se rió y dijo, “Alá no arroja bolsas de oro. Por supuesto que supe todo el tiempo que eran ustedes tratando de engañarme, y ahora están atrapados.”

Una buena historia, y divertida, pero con una moraleja, como siempre con Nasreddin. Dios escucha nuestras oraciones, pero nos concede solo esas que son para nuestro bien.

Paramhansa Yogananda dijo que oremos continuamente. Nuestra oración principal es una corriente semiconsciente de pensamientos que corren en el fondo de nuestra mente, de “Yo quiero esto, yo necesito eso.” Necesitamos cambiar gradualmente estos pensamientos subconscientes de un deseo de bienes mundanos a un anhelo tácito por Dios. Entonces, Él seguramente nos concederá nuestra oración.

Ayer fue Día de Acción de Gracias (pulse aquí para ver el enlace en inglés), y muchos de nosotros tomamos un tiempo para dar gracias al Dador detrás de los regalos. Hagamos de cada día un Día de Acción de Gracias. Dar las gracias en sólo un día es igual de efectivo que pensar que comer de más en el gran banquete será suficiente para el resto del año.

Expresa gratitud a Dios diariamente, especialmente como tu primer pensamiento cuando te despiertas, y el último antes de dormir. Entonces, la oración tácita en el fondo de tu mente cambiará cada vez más a un deseo intenso, no por Sus bolsas de oro, sino solo por Su amor.

Con agradecimiento,

Nayaswami Jyotish

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