Los judíos, como los otros pueblos en sus tiempos, eran una mezcla de cualidades buenas y malas. Pero todos quienes vivían en aquella tierra sagrada compartían el deseo de ser libres. Para algunos, eso significaba libertad de la opresión de Roma, de sus soldados y colectores de impuestos. Para otros significaba libertad de la pobreza y de los esfuerzos diarios. Pero unos pocos anhelaban liberación espiritual, y libertad del engaño, el mayor de los opresores.

A partir de estos seres sedientos se elevó un llamado del alma, y Dios respondió. La consciencia Crística descendió sobre la tierra como un avatar, un alma libre que conoce la presencia de Dios en el corazón de cada átomo. El amor de Dios, condensado en la forma del bebé Jesús, llegó para todos quienes quisieran recibirlo.

La primera en recibirlo fue María, pura de corazón y cuerpo, quien aceptó la invitación del ángel de Dios para convertirse en la madre de un Cristo. Mucha dicha y mucho sufrimiento la aguardaban. También estaba la pequeña forma de Juan el Bautista, aún no nacido, quien brincó en el útero de su madre en anticipación a la llegada de su maestro espiritual. Más tarde llegarían los discípulos, externamente simples, pero grandes santos todos, muy cerca de volver a fundirse con la luz. Muchos más también elevarían sus copas de anhelo espiritual, y el Cristo llenaría cada una de acuerdo a su capacidad.

Para nacer, Jesús no eligió una posada de lujo, ni una mansión de orgullo, sino un simple establo: Su reino estaba en el corazón y en la mente, no en el monedero o en el palacio. A este simple pesebre llegaron tres grandes almas de la India. Sabiendo que una encarnación de compasión había nacido, viajaron desde el Este, de donde llega la luz del día, para honorarlo y para renovar una conexión ancestral. Estos reyes magos, que Yogananda nos dijo que eran Babaji, Lahiri Mahasaya, y Sri Yukteswar, siguieron la estrella interna de sabiduría e intuición conocida como el ojo espiritual. Y a Dios, en la pequeña forma de Jesús, le trajeron regalos simbólicos de oro, incienso y mirra. Más tarde el joven avatar regresaría a ellos, visitando la tierra de la India en preparación para su misión que cambiaría el mundo.

La misma conciencia Crítica espera al momento en que tú y yo anhelemos recibir a Dios. Cuando el deseo por los placeres y dramas del mundo se desvanece, y el llamado por la luz divina se vuelve intenso, Él vendrá. Las pocas sombras que quedan se desvanecerán y nosotros también viviremos en la libertad eterna de Dios.

En el amor de Cristo,
Nayaswami Jyotish

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