Paramhansa Yogananda a veces miraba amorosamente a sus discípulos y decía, “Si solo supiesen lo hermosos que son. Los veo a todos como seres de luz.”

A veces es desafiante ver lo mejor en el mundo alrededor nuestro, al enfrentarnos con los muchos contrastes de la vida: belleza y fealdad, sabiduría y estupidez, integridad y deshonestidad, bondad y crueldad, para nombrar algunos.

Sin embrago, esforzarse para ver a los demás en su luz más elevada los ayuda tanto a ellos como a nosotros. He leído muchas historias acerca de jóvenes pandilleros o criminales insensibles que pudieron hacer un giro en sus vidas porque una persona vio el bien en ellos. Ellos cambiaron porque alguien los vio como los ve Dios.

Cuando veo algo o alguien que evoca en mí una reacción negativa como juicio o disgusto, he adoptado la práctica de preguntar interiormente, “Maestro, ¿cómo ves esto?” Cuando imagino a mi Gurú mirando al mundo a través de mis ojos, es sorprendente como mi percepción de todo comienza a cambiar.

Las cosas hermosas y positivas se vuelven más brillantes, más claras, más llenas de luz. Los colores en la naturaleza se vuelven más intensos; los nuevos brotes en la rama de un árbol parecen estallar con vida; la naturaleza radiante del alma brilla a través de los ojos de la gente.

Por otro lado, en este mundo también hay una gran cantidad de mal que nos enfrenta. Si tratamos de verlo a través de los ojos de Dios, incluso la oscuridad cobra un propósito y un sentido en el esquema general de las cosas. La ansiedad acerca del futuro es reemplazada por un calmo entendimiento de que este es el mundo de Dios, y que Él está a cargo.

Hay un historia hermosa de la vida del amado santo cristiano San Francisco de Asís. Él nació en 1182, hijo de un comerciante rico en Asís, Italia. En su juventud tuvo una conversión espiritual, que finalmente lo llevó a una visión de Cristo, quien le pidió que reconstruya su iglesia. Francisco paso el resto de su vida como un mendigo humilde y errante, pero su santidad era tan grande que miles se convirtieron a una vida en Dios. Su impacto espiritual continúa hasta hoy.

Un día mientras San Francisco viajaba por el campo, vio a un leproso acercándose a él por el camino. La lepra era algo que todavía le provocaba repulsión a Francisco, y este leproso tenía la mayor parte de su cara carcomida por la terrible enfermedad.

Cada instinto le dijo a Francisco que se dé vuelta y hulla, si no se infectaría él mismo, pero controló este impulso y trató de ver al leproso como Dios lo veía. Con esta percepción cambiada, Francisco corrió hacia él, y lo abrazó y lo besó en su cara desfigurada por la enfermedad. Inmediatamente el leproso que él sostenía en sus brazos fue transformado: ¡ante Francisco estaba la forma viviente de Jesucristo!

Cuando tratamos de ver al mundo a través de los ojos de Dios, podemos trascender nuestra perspectiva limitada, y nuestra consciencia se eleva hacia un plano superior. La visión en Dios se vuelve la visión de Dios—de Su amor y Su luz en todos lados.

Como escribió Yoganandaji: “Cuando mis dos ojos que contemplan tanto al bien como al mal se conviertan en uno único, y contemple en todo sólo la bondad divina de Dios, veré que mi cuerpo, mente y alma se han llenado con Su luz omnipresente.”

Que la visión de Dios se vuelva la tuya propia.

Nayaswami Devi

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