Nunca escriban poesía una perezosa mañana de verano. Estaba sentada en la cama leyendo un buen libro, bebiendo té, y disfrutando de un poco de relajación. Pero finalmente no puede posponerlo por más tiempo, y supe que era tiempo de enfrentar las tareas que tenía por delante. Cuando estaba a punto de mover mi pie desde la cama hasta el piso, eché un vistazo mis dedos del pie.

En un estado de ánimo caprichoso, comencé a pensar a cuántos lugares y kilómetros  estos pies habían ido conmigo; cómo los había golpeado incontables veces contra los muebles, o los había puesto en zapatos incómodos; cómo habían estado allí cuando corrí esa maratón; y como me habían acompañado silenciosamente en todas las aventuras de mi vida. Entonces llegó el poema:

Siempre Allí

Vienen conmigo

Donde quiera que vaya—

Los dedos de mis pies.

Se queda conmigo

Dondequiera que vaya—

Mi nariz.

Pero si eligiesen—

Mis pies y mi nariz—

Hacer otros planes para el día.

Sin estos fieles compañeros,

Creo que me perdería.

Tonto, ¿verdad? Sin embargo, cuanto más pensaba en ello, más veía que todas y cada una de las partes del cuerpo humano son un regalo maravilloso. Nuestras versátiles manos—que pueden cocinar comidas, crear pinturas, plantar flores, arreglar puertas rotas, o tranquilizar a un niño enfermo—reflejan la inteligencia divina del Creador. Detrás de los ojos que ven, los pulmones que respiran, o el corazón que bombea yace la presencia sustentadora de Dios.

Siente la Única Vida Divina que fluya a través de todos nosotros.

Qué ciegos y tontos somos en pensar que somos nosotros quienes realizamos todas estas actividades. Ya que ingresé al reino de la “poesía,” busqué un poema del Maestros para que me instruya:

Tú en Mí

Cuando sonrío

Tú sonríes a través de mí;

Cuando lloro

Tú lloras en mí.

Cuando despierto

Tú me saludas;

Cuando camino

Tú estás conmigo.

Tú ríes y lloras, Tú despiertas y caminas

Como yo: soy a Tu semejanza.

Pero cuando sueño,

Tú estás despierto;

Cuando tropiezo,

Tú estás seguro;

Cuando muero,

Tú eres mi vida.

Por eso hoy, trata de sentir que justo debajo de tu vista y respiración, es Dios quien está viendo y respirando. Justo debajo del canto del ave o de los árboles meciéndose en la brisa, siente que es la Única Vida Divina la que fluye a través de todos nosotros.

Con amor y gozo,

Nayaswami Devi

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